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Mónica, la profa de castellano

2º Bachillerato

Diversos comentarios de Machado

HE ANDADO MUCHOS CAMINOS

En este poema, Machado aborda un tema social. El autor plantea la diferencia entre dos tipos de gentes, que podemos identificar con los humildes y los ricos. El autor toma claramente partido por los primeros. Este poema se aparta un poco de la temática típica de la primera etapa, a pesar de estar situado dentro de Soledades. Se trata, pues, de una composición que enuncia claramente lo que será la temática y la preocupación de Campos de Castilla.

En cuanto a la métrica, este poema es un romance de 30 versos. Se puede dividir en tres partes: La primera parte hace referencia a su vida, que irá del primer verso al cuarto, es una introducción. La segunda parte hace referencia a la mala gente (verso 5-14) y la tercera y última parte hace referencia a la buena gente (verso 15 hasta el final).

En la primera parte el poeta inicia una mirada crítica, nos sitúa en el pasado, utilizando el pretérito perfecto (he andado, he abierto, he navegado) de manera anafórica, ya que los cuatro primeros versos empiezan por he. El poeta nos habla de todo lo que ha hecho a lo largo de su vida, mediante una enumeración (muchos caminos, muchas veredas, cien mares, cien riberas).

En esta segunda parte el poeta hace una enumeración y un análisis de la mala gente que él ha conocido. En ella incluye a los borrachos, pedantones, soberbios...Machado los califica de apestosos. Sus actitudes se definen por la enumeración verbal miran, callan y piensan.

En la tercera parte, que tiene una estructura igual a la segunda, empezando por su inicio (en todas partes he visto) el poeta nos habla de la buena gente. Machado nos dice que la buena gente es gente trabajadora. Destaca de ellos su humildad y su manera tranquila de afrontar las cosas. En esta última parte también se califica a estas personas con una enumeración: encontramos una enumeración (viven, laboran, pasan y sueñan).

En conclusión, Machado adopta en este poema un aire casi de crítica social, que, sin duda anticipa las creaciones posteriores del poeta, como Campos de Castilla. La estructura, con los paralelismos entre la segunda y la tercera parte, y el léxico, simple y nada pretencioso, ayudan a la comprensión del poema.

FUE UNA TARDE CLARA, TRISTE Y SOÑOLIENTA

El tema de este poema es la nostalgia del tiempo pasado. Dicho tiempo, posiblemente la infancia, se plasma en un recuerdo; en concreto un patio o jardín con una fuente. Machado entra en el jardín como en su recuerdo, produciéndose así un juego poético de equivalencias (Machado entra en el parque como el yo poético del autor entra en su recuerdo). El jardín, con su fuente, se convierte así en la imagen del recuerdo, en el objeto de la nostalgia. Así, el poema adopta la forma de un diálogo, que no será más que el del poeta consigo mismo. Este poema encabezó el libro Soledades y puede, por tanto, situarse en la primera etapa creativa del poeta.

Podemos dividir el poema en varias partes: Los cuatro primeros versos, a modo de introducción, sitúan el espacio y el tiempo del recuerdo: el poeta ha llegado al exterior del parque. El espacio exterior guarda relación con el interior del poeta (Tarde de verano / la hiedra asomaba / muro / hiedra negra y polvorienta). Entre los versos 5 y 12, Machado nos describe el recorrido que hace desde que entra al parque hasta que llega a la fuente. Se trata de un ambiente de abandono y soledad, imagen del estado de su recuerdo. Entre los versos 13 y 48, Machado establecerá un diálogo literario con el agua de la fuente. Finalmente, entre los versos 49 y 52, Machado concluye el poema repitiendo prácticamente los versos 5-9, en los que describía la entrada al jardín. Cierra con ellos el poema y el recuerdo a la vez que cierra la puerta del jardín.

En cuanto a la estructura métrica, Machado usa en este poema un verso largo (versículo), propio también de la métrica modernista. En concreto, la mayoría de versos son de 12 sílabas, salvo los versos cortos (4, 16 y 17) que tienen seis sílabas. En cuanto a la rima, alterna la asonancia y la consonancia. Alterna también estrofas en las que riman los versos alternativamente (1-3/2-4) con otras en las que riman en forma de pareado.

Destaca ya desde la introducción la fuerza significativa que tiene la adjetivación: la tarde es clara, triste y soñolienta y la hiedra es negra y polvorienta. La imagen de la introducción puede parecer como alegórica: Machado en el exterior del parque, como su interior a las puertas del recuerdo, a punto de evocar un pasado feliz. Todo ello, separado por un muro.

En la siguiente estrofa, Machado mantiene la imagen: entra en el parque a la vez que su interior penetra en el recuerdo; un recuerdo antiguo y abandonado, como la puerta (rechinó, vieja, agrio ruido, hierro mohoso, grave, tarde muerta son algunos de los ejemplos del léxico claramente connotativo que emplea Machado en esta estrofa). El recuerdo se le presenta a través del sonido del agua de la fuente: la fuente será el verdadero eje de la evocación, y por ello, Machado iniciará (verso 13) el diálogo con la fuente (empleando el recurso de la personificación). A partir del diálogo, el recuerdo se perfilará como algo concreto en los versos 40-44: Machado parece recordar o evocar una tarde en la que había acudido a esa misma fuente a saciar su sed (tus labios besaron mi linfa serena / y en la clara tarde dijeron tu pena / Dijeron tu pena tus labios que ardían; / la sed que ahora tienen entonces tenían). El poeta recuerda que había ido a esa fuente a saciar su sed; mantiene por tanto el juego poético de equivalencias: Machado ha vuelto hoy a esa fuente a saciar su sed, una sed más profunda e íntima: la sed de su recuerdo, de su melancolía: una sed que, según la fuente, ya tenía cuando, tiempo atrás vino a beber. Parece decirnos la fuente que el recuerdo y la felicidad que Machado busca no estaban tampoco en ese jardín, ya que, en él, ya tenía o mostraba la misma sed que ahora tiene. La imagen de monotonía y tristeza aparece reforzada por el agua, con su caer monótono, imagen de muerte.

En conclusión, Machado parece decirnos en este poema que su pena, su tristeza y su melancolía van con él; ni siquiera en su infancia (el parque parece ser el lugar en el que vivió de niño) la memoria le trae diferencias con respecto a lo que sentía; la fuente, su otro yo poético en este texto, se encarga de recordarle que, de niño, Machado arrastraba ya las cadenas de angustia que en el texto parece mostrar.

EL LIMONERO LÁNGUIDO SUSPENDE

El tema de este poema es el recuerdo y la nostalgia que siente Machado. El poeta nos presenta la imagen de un jardín en una tarde casi de primavera, donde encontramos sensaciones perceptibles por los sentidos. Se trata también de la evocación de la infancia como paraíso perdido. Machado recurre a las imágenes del jardín y la tarde para situar en ellas su recuerdo. En él sólo aparece como personaje real su madre. Se trata, pues, de un poema situado en un espacio y un tiempo cargados de sensaciones que invaden los sentidos del poeta. Las sensaciones y los recuerdos fluyen a partir de la soledad del poeta (y yo estoy solo, en el patio silencioso).

Este poema se publicó por primera vez en la revista Helios (1903). Al principio este poema tenía un título revelador: ”El poeta visita el patio de la casa en que nació”. Estamos ante un poema que debemos situar en la primera etapa de la producción poética de Machado. La métrica del poema, una silva arromanzada, así como la combinación de heptasílabos y endecasílabos es propia de esta primera etapa.

Podemos dividir el poema en dos grandes partes: en primer lugar, hasta el verso 5, el autor sitúa su recuerdo a partir de una imagen: una rama del limonero que pende sobre una fuente, en el fondo de la cual se pueden ver limones. En el resto del poema, el autor dibuja su recuerdo. Entre el verso 6 y 22, el autor habla de la tarde, de su ambiente y de su aroma y a partir del verso 23, a manera de conclusión, parece resumir su propio recuerdo.

En la primera estrofa nos habla de la imagen de un limonero lánguido y pesado cargado de limones que cae sobre la fuente. Es un ambiente de sueño o de recuerdo, recreado por el abundante lirismo de la estrofa. Aparecen epítetos en el segundo verso (pálida, polvorienta) y la metáfora los frutos de oro referida a los limones. También la idea de soñar pretende reflejar el estado de los limones en el fondo de la fuente: no han muerto, sueñan.

En la segunda estrofa, nos especifica el tiempo: la tarde y la primavera, que aún no ha llegado pero está a punto de llegar. Los tiempos verbales están en presente. El poeta busca en sí mismo, en su interior, y recuerda su vieja infancia, su recuerdo. Los sustantivos se refieren a elementos muy sutiles y personales, y de este modo se crea una sensación de imprecisión e ingravidez. El poeta busca algo que no sabe exactamente lo que es. Los indefinidos (algún, alguna) refuerzan esa idea de indefinición. El lenguaje poético gira en torno a los epítetos cargados de significación: patio silencioso, ilusión cándida y vieja, túnica ligera.

Entre los versos 16 y 19, Machado habla claramente de ausencia como un aroma, como una consecuencia sensorial. Contrapone también lo que sienten su alma (luminosa) y su corazón: su alma sabe que los recuerdos no volverán (nunca) y su corazón cree, desea que puedan volver (espera). En el verso 20 Machado recupera la idea de aroma como muerte: el aroma es el vehículo que le transporta recuerdos de fantasmas y de fragancias vírgenes y muertas. Es como si el recuerdo, tierno e inocente, hubiera muerto sin casi haber vivido.

Acaba Machado con una estrofa de seis versos en la que personifica el recuerdo, empleando el recurso de la apelación (sí, te recuerdo, tarde alegre y clara) y el doble valor de la palabra recuerdo. El recuerdo es ahora agradable, el recuerdo de aromas se adjetiva de manera positiva: alegre, clara, buena... de forma que contrasta claramente con su presente. En ese recuerdo aparece su madre, el único personaje real que aparece evocado, relacionado, eso sí, con aromas y sensaciones.

Machado, en este poema, recrea los tópicos propios de su primera etapa: la introspección, el recuerdo, la soledad, situados esta vez en un jardín, posiblemente el de la casa en la que pasó la infancia. Los recursos poéticos como la adjetivación, propios de la poesía modernista, aparecen aquí al servicio de un tema que será constante en esta etapa de Machado: la soledad y el recuerdo de un tiempo pasado, indefinido y lleno de sensaciones.

ORILLAS DEL DUERO

En este poema Machado nos ofrece una visión del paisaje castellano. Predomina en él una visión lírica, es decir, Machado se fija en elementos estéticos que le hacen sentir bien..Elogia ese paisaje, excepto el término “pobre tierra soriana”. Este poema representa el primer contacto de Machado con Soria. Fue escrito cuando el poeta tomó posesión de su plaza de profesor en Soria en el año 1907. Este poema, a pesar de su forma y su temática, no está incluido en Campos de Castilla.

En cuanto a la estructura externa se da la combinación de versos largos, de 16 sílabas, con versos octosílabos. La rima es consonante. A veces se forman pareados y a veces la rima se presenta entre 4 versos. Esta estrofa es como una silva.

Este poema se puede dividir en dos partes. La primera parte que va hasta el verso 14 (...blanca.) hace referencia a la descripción del paisaje. Se trata de una parte más objetiva. En la segunda parte (versos 15-20) elogia el paisaje con exclamaciones, de una forma más subjetiva.

En la primera parte el poeta nos hace una descripción del paisaje castellano, centrándose en Soria. El poeta empieza fijándose en lo que está más alto, el campanario y hace referencia a los pájaros, que son típicos de Soria. Aparece un contraste entre cigüeña (parada) y golondrinas (movimiento). En el verso 3-4 se nos habla del mal tiempo, con abundante utilización de epítetos (blanco invierno, crudos soplos). A partir del verso 6, el poeta nos habla de la llegada de la primavera en contraste con los versos 3-4). El poeta nos habla de un paisaje vivo(verdes, azules). El poeta nos habla de la primavera como la estación de la juventud y renacimiento (joven, adolescente).

En la segunda parte, más subjetiva, elogia al paisaje con exclamaciones (¡belleza del campo apenas florido y mística primavera!). Místico y espiritual, el paisaje produce al autor algún tipo de reacción...se conmueve al verlo. En el verso 17, encontramos una metáfora, La espuma de la montaña, que puede referirse tal vez a la nieve o a las nubes. Todo es positivo (paisaje luminoso, hermoso...). En general, la descripción se hace siguiendo el orden de la gradación descendente (campanario-pájaros-árboles-río-hierbas).

En conclusión, en este poema Machado nos hace una descripción detallada del paisaje de Soria, desde una óptica de observador externo, aunque a medida que el poema avanza, el autor va implicándose más y más en aquello que describe, de forma que el uso de exclamaciones demuestra la identificación del poeta con aquello que ve.

YO VOY SOÑANDO CAMINOS

·  Localización.)

El texto que vamos a comentar pertenece a la primera sección de Soledades. Galerías. Otros poemas (1907), libro que puede considerarse una segunda edición, ampliada con numerosos poemas, de las Soledades de 1903. Ambas obras constituyen la primera etapa de la producción poética de Antonio Machado, en la que, si bien se perciben influencias del simbolismo y del modernismo, el poeta alcanza ya una voz madura y personal. Temas como la infancia, el ansia de amor, el paisaje, el paso del tiempo o la muerte, que suscitan en el poeta sentimientos de nostalgia, melancolía o angustia, son constantes en esta primera etapa, caracterizada por su orientación hacia la intimidad.

·  Tema.)

El poema que vamos a comentar nos ofrece un buen ejemplo de uno de esos temas frecuentes: el ansia de amor. El poeta, paseando y admirando la naturaleza -una de las aficiones favoritas de Machado-, recuerda una canción popular, y al recordarla toma conciencia de su vacío sentimental. El deseo de llenar ese vacío sentimental, que se manifiesta en el cantar que cierra el poema, es precisamente el tema central del texto.

·  Estructura.)

Desde el punto de vista métrico el poema se compone de cuatro cuartetas (estrofas de cuatro versos octosílabos con rima consonante alterna) y dos redondillas (la misma estrofa pero con rima cruzada). Machado agrupa las tres primeras estrofas en una sola, resultando el siguiente esquema:

8

a

cuarteta

8

g

cuarteta

8

b

 

8

h

 

8

a

 

8

g

 

8

b

 

8

h

 

8

c

redondilla

 

 

 

8

d

 

8

i

redondilla

8

d

 

8

j

 

8

c

 

8

i

 

8

e

cuarteta

8

j

 

8

f

 

 

 

 

8

e

 

8

k

cuarteta

8

f

 

8

l

 

 

 

 

8

k

 

 

 

 

8

l

 

Esta agrupación de las tres primeras estrofas responde a una unidad de contenido. Si analizamos la estructura del texto, observamos que su disposición tiene cierto carácter narrativo. El poeta, más que expresar un único sentimiento, nos cuenta -aunque en presente- diversos momentos de su sentir. Según ellos podemos apreciar dos partes en el texto.

·         La primera parte la formarían precisamente esas tres primeras estrofas que se agrupan en una sola unidad. La despreocupación, o incluso cierta alegría, que le lleva a admirar la belleza del paisaje, a divagar distraídamente y a entonar o más probablemente a recordar una canción, sería la nota dominante de su ánimo.

·         Sin embargo, en el mismo momento en que termina de recordar esa canción, el poeta toma conciencia de que tampoco él siente ya su corazón, es decir, de su soledad y de su vacío sentimental (estrofas 4 y 5), en clara antítesis con su estado anterior, libre de inquietudes. Y de ello deriva el deseo de llenar ese vacío que expresa la continuación del cantar (estrofa 6).

Ambas partes, por lo tanto, terminan con la cita textual de los versos de esa canción, si bien con funciones distintas: la primera genera la conciencia de su soledad, y la segunda le sirve de medio para expresar su ansia de amor. Y también, en clara correspondencia con los sentimientos de cada parte, encontraremos una naturaleza bella y luminosa en la primera, y un paisaje sombrío y solitario en la segunda.

Yo voy soñando caminos

de la tarde. ¡Las colinas

doradas, los verdes pinos,

las polvorientas encinas!…

¿Adónde el camino irá?

Yo voy cantando, viajero

a lo largo del sendero… Despreocupación

-La tarde cayendo está-.

“En el corazón tenía

la espina de una pasión; Primer

logré arrancármela un día: cantar

ya no siento el corazón.”

Y todo el campo un momento

se queda, mudo y sombrío,

meditando. Suena el viento

en los álamos del río.

La tarde más se oscurece;

y el camino que serpea Soledad

y débilmente blanquea,

se enturbia y desaparece.

Mi cantar vuelve a plañir:

“Aguda espina dorada, Segundo Ansia de

quién te pudiera sentir cantar amor

en el corazón clavada.”

·  Estilo.)

Los cinco primeros versos sitúan el poema en un paisaje que tendrá luego su importancia por su correspondencia, como ya hemos indicado, con su cambio de ánimo. Por el momento, ese atardecer en el campo y las acciones del poeta no hacen más que sugerir un estado libre de pesares y preocupaciones.

El poeta va “soñando caminos” más que recorriéndolos, es decir, va paseando y fantaseando a la vez. Unas veces presta atención a su entorno y se deja llevar por su belleza. Así, en los versos 2-4, mediante una enumeración asindética de frases nominales exclamativas, pinta en tres rasgos la belleza de un paisaje que despierta su admiración.

¡Las colinas

doradas, los verdes pinos,

las polvorientas encinas!…

Las colinas doradas por el ocaso, los pinos, las encinas… Cada frase nominal repite la estructura artículo-adjetivo-sustantivo, de forma casi paralelística. Otras veces, en cambio, vuelve a sus divagaciones: “¿Adónde el camino irá?” Es un paseo sin rumbo fijo, libre, sin otro objeto que el de recrearse en la belleza del paisaje y de sus fantasías.

Los tres versos siguientes continúan esa misma tónica. Mientras cae la tarde, el poeta sigue recorriendo el sendero. Sin embargo -y es un hecho que destaca la anáfora entre el primer y el sexto verso-, ahora ya no va “soñando”, sino cantando.

Yo voy soñando caminos

Yo voy cantando, viajero

O, más probablemente, tarareando o recordando un cantar que cita a continuación, y que el poeta no presenta como algo propio, escrito por él, sino como una canción popular que en ese momento acude por azar a su mente. Verdaderamente el tema de la canción es antiquísimo, y su aire popular innegable; una muestra similar se encuentra ya en la Lírica Tradicional:

Mejor es sufrir

pasión y dolores

que estar sin amores.

En la poesía culta, el tópico fue reelaborado, entre otros, por Bécquer y Rosalía de Castro. La versión de Machado -si no estaba recordando verdaderamente alguna copla anónima popular, género que conocía y apreciaba- es similar a las de estos autores. El sufrimiento que conlleva un amor no correspondido se compara, mediante una metáfora de genitivo inverso, con una espina clavada en el corazón (metonimia fosilizada que designa la sede de los sentimientos).

“En el corazón tenía

la espina de una pasión; Metáfora

I R

Y cuando por fin se logra olvidar esa pasión (“arrancármela”, continuando la metáfora de la espina), surge el vacío sentimental.

logré arrancármela un día:

ya no siento el corazón.”

En este momento, la canción que estaba recordando distraídamente provoca, al prestar de pronto atención a su sentido (especialmente al del último verso), que tome conciencia del vacío de su propio corazón falto de amor. Entramos de este modo en la segunda parte del poema, en la que, siguiendo una técnica muy característica del estilo de Machado, se creará una íntima correspondencia entre el paisaje y su estado de ánimo.

Así, en los versos 13-15, es el poeta quien se queda mudo y sombrío, meditando sobre el significado del cantar. Pero lo que encontramos en el texto es una personificación del campo, al que atribuye esas mismas cualidades humanas. Es decir, una proyección de su estado anímico sobre el paisaje.

Y todo el campo un momento

se queda, mudo y sombrío,

meditando.

La despreocupación del poeta se convierte así en grave meditación, en toma de conciencia de su soledad. A continuación su pensamiento se detiene, y al volver los sentidos al exterior, halla la misma soledad y vacío que siente en su interior, magníficamente sugeridos por el sonido del viento entre el silencio del paisaje:

Suena el viento

en los álamos del río

Y en perfecta correspondencia con su ánimo, al que la consideración de su soledad ha sumido en la melancolía, la caída de la tarde oscurece ese paisaje antes bello y luminoso.

La tarde más se oscurece;

y el camino que serpea

y débilmente blanquea,

se enturbia y desaparece.

De esta triste conciencia de su soledad brota el cantar con el que expresa su ansia de amor. Aquel cantar que entonaba de forma alegre y despreocupada se transforma, tras su toma de conciencia, en un lamento (“Mi cantar vuelve a plañir”) en el que se mantiene el sistema metafórico del primero: la espina sigue siendo metáfora pura que designa la pasión amorosa. Pero ahora no sólo es “aguda” por el dolor que causa en el corazón, sino también “dorada”, valiosa:

“Aguda espina dorada,

La paradoja se explica fácilmente: el sufrimiento amoroso es preferible a la soledad y al vacío actual. Encontramos aquí la misma idea que en el canción tradicional antes citada. Y, haciendo suyo el cantar que antes presentaba como ajeno, el poeta se dirige en apóstrofe a esa Aguda espina dorada para expresar su carencia de amor y su deseo (potenciado mediante una frase exclamativa) de llegar a sentirlo.

quién te pudiera sentir

en el corazón clavada.”

·  Conclusión.)

El poema comentado, en definitiva, resulta ilustrativo de la temática intimista y de esa interrelación entre el alma y el paisaje que caracterizan la primera etapa de Machado. Las correspondencias entre el paisaje y los distintos momentos del sentir nos hacen llegar sutilmente su vacío sentimental, expresado de modo más directo en la canción que, conservando su inconfundible sabor popular, se integra perfectamente en el texto. El resultado de ello es un poema en el que la aparente sobriedad del estilo, estimada por Machado como ideal estético, oculta una sutil elaboración que es la clave de su fuerza emotiva.

LAS ASCUAS DE UN CREPÚSCULO MORADO

·  Localización.)

El texto que vamos a comentar es un poema de Soledades (1903), libro que fue posteriormente ampliado con numerosas composiciones en una segunda edición titulada Soledades. Galerías. Otros poemas (1907). Ambas obras constituyen la primera etapa de la producción poética de Antonio Machado, en la que, si bien se perciben influencias del simbolismo y del modernismo, el poeta alcanza ya una voz madura y personal. Temas como la infancia, el ansia de amor, el paisaje, el paso del tiempo o la muerte, que suscitan en el poeta sentimientos de nostalgia, melancolía o angustia, son constantes en esta primera etapa, caracterizada por su orientación hacia la intimidad.

·  Tema.)

El texto es una breve descripción, aparentemente objetiva y trazada con unas pocas pinceladas, de un parque. No hay ninguna referencia a un yo poético: la presencia del poeta está sugerida como mero contemplador de lo que describe. Pero la descripción que se efectúa, lejos de ser objetiva, está teñida por las impresiones que la contemplación produce en el poeta; y esa sensaciones nos llegan junto con la descripción. El ocaso, la glorieta oscura, la estatua sin vida, el agua muerta… parecen connotar la agonía de ese paisaje o su misma muerte. El tema del texto, por consiguiente, es la impresión de agonía que produce en el poeta la contemplación de un paisaje inerte.

·  Estructura.)

El texto carece de divisiones estróficas. Es una silva-romance (combinación libre de endecasílabos y heptasílabos con rima asonante en los pares, forma frecuente en Machado) con el siguiente esquema:

11

-

 

11

a

 

11

-

Silva-romance

11

a

 

11

-

 

7

a

 

Tampoco cabe establecer partes desde el punto de vista del contenido. La descripción del lugar se efectúa con tres oraciones que, desde un plano general -el ocaso tras los cipreses- va acercándose a un espacio acotado: la glorieta y la fuente, con la estatua del dios Amor (segunda frase) y el agua estancada (tercera). De los distintos elementos posibles dentro de ese cuadro, el poeta selecciona tres que, descritos de manera subjetiva, corresponden a tres momentos de esa sensación que suscita el paisaje: acabamiento, falta de vida, muerte.

·  Estilo.)

A esa impresión de agonía contribuye, en primer lugar, el momento crepuscular en que se sitúa el cuadro. Los primeros versos, en efecto, describen el ocaso mediante una metáfora de genitivo inverso.

Las ascuas de un crepúsculo morado Metáfora

I R

detrás del negro cipresal humean…

I

Metáfora que se continúa en el segundo verso con “humean”: el sol en el ocaso es como unas brasas que se extinguen y humean. La impresión de acabamiento que expresa esta metáfora se refuerza mediante una gradación de los adjetivos, de color cada vez más apagado (ascuas-rojo; morado; negro). El adjetivo negro aplicado a los cipreses potencia además las connotaciones fúnebres del cipresal, que nuestra cultura asocia a los cementerios. El paisaje queda así, desde su inicio, impregnado de una fúnebre gravedad.

Los versos siguientes nos aproximan ya al centro de interés del cuadro. Dentro de la glorieta “en sombra” se halla la fuente, adornada con una estatua del dios Amor, al que se representa siempre como un niño “alado y desnudo”.

En la glorieta en sombra está la fuente

con su alado y desnudo Amor de piedra,

que sueña mudo.

La presencia de esta estatua, sin embargo, no dota paisaje de ninguna animación. Precisamente la personificación a que se somete a la estatua sirve para destacar su falta de vida. El Amor “sueña mudo”, es decir, permanece inmóvil, soñoliento, silencioso (su mudez se destaca con la similicadencia desnudo-mudo). Es, en definitiva, un Amor “de piedra”, que no evoca ilusiones o sentimientos de amor, sino más bien el vacío. La selección de este segundo elemento nos lleva pues de una sensación de acabamiento a otra de ausencia de vida y sentimiento.

Y los versos finales se fijan en el agua de la fuente:

En la marmórea taza

reposa el agua muerta.

El agua no discurre o brota alegremente, sino que reposa en la “marmórea taza” (nuevo elemento de dureza, como el “Amor de piedra”). El adjetivo “muerta” envuelve una metáfora adjetiva: la quietud del agua se compara con la inmovilidad de un cadáver. Las impresiones de extinción, inmovilidad, silencio… culminan en este último verso, en el que la metáfora condensa esa sensación de hallarse ante un mundo muerto que constituye el tema del texto.

·  Conclusión.)

Dentro de su brevedad, el texto comentado es una buena muestra de la primera etapa de la obra de Machado. La temática intimista, la presencia del paisaje y su estrecha relación con el alma del poeta son, en efecto, rasgos característicos de este primer periodo. Y en el caso que nos ocupa, nos encontramos ante un poema de innegable belleza y fuerza emotiva: con una descripción aparentemente sencilla y objetiva, pero elaborada mediante diversas figuras y una excepcional atención a los valores connotativos del lenguaje, Machado logra reproducir y hacernos llegar vívidamente “una honda palpitación del espíritu”.

ME DIJO UN ALBA DE LA PRIMAVERA:

En este poema el poeta plantea un diálogo entre la mañana y el poeta. Como en otras ocasiones, se produce un desdoblamiento de él mismo en un intento de encontrarse a sí mismo. El poeta se muestra decaído, sin anhelos, sin ilusiones... La mañana se convierte en un elemento de esperanza que puede abrir al poeta una puerta hacia la luz. Vuelve a aparecer una vez más el simbolismo: el alba de la primavera simboliza el amanecer, la luz, la esperanza de algo que una vez hubo en el corazón del poeta. El sueño de Machado, en cambio, sólo tiene cristal, como las galerías de la infancia. La mañana pura será el reencuentro del poeta con ese sueño.

En cuanto a la estructura externa nos encontramos con una silva arromanzada(asonante en los pares),formada por 16 versos. Este poema se puede dividir en 3 partes; en la primera parte se deja constancia que la primavera floreció en el pasado. En una segunda parte la mañana pregunta si el poeta aún tiene en su interior esas flores. En el momento actual no hay flores. Por último existe un camino abierto a la esperanza.

En el primer verso, alba y primavera se relacionan; se trata de elementos de vida, de amanecer (alba es inicio de día y primavera es la estación de la esperanza, tras el invierno). A partir del segundo verso empieza un diálogo con la primavera. Florecí se relaciona con primavera, como indicando un brote anterior de vida, reforzado por el verso 4 (las flores del camino). Florecí, en cambio, se contrapone a sombrío. La adjetivación aplicada al (el poeta) es claramente significativa: corazón sombrío /caminante viejo son epítetos contrarios a la idea de vida del primer verso. La primavera acaba su intervención con un par de interrogaciones retóricas, en las que parece preguntar por la vida que plantó tiempo atrás.

La respuesta del poeta es de un tono totalmente contrario. La metáfora sólo tienen cristal los sueños míos significa que sus sueños están encerrados entre cristales; podemos relacionarlo con las Galerías del alma del poema Renacimiento. La figura del hada perdida evoca una infancia igualmente perdida; como la de aquella época que debió ser feliz y ni siquiera lo fue (yo no conozco el hada de mis sueños). Sin embargo, el poeta tiene una última esperanza: la mañana pura. Podemos interpretar, incluso, que la mañana pura sería la muerte del poeta, aquello que le desligaría de este mundo; entonces, su hada se reencontraría con el alba de la primavera. La estructura del poema, claramente circular, refuerza esta idea. Por tanto, aquí las galerías (el cristal) tendría también un sentido de cárcel.

En conclusión, Machado vuelve a plantear la angustia y el pesimismo como ejes temáticos del poema. La aparición del sueño y del cristal, que permite la relación con la infancia, parecen reforzar la idea que la felicidad de Machado, aquello que anda persiguiendo, su Dios, no haya sido, siquiera, de este mundo ni de su existencia.

LA NORIA

En este poema Machado aborda la monotonía y el paso del tiempo a partir de la alegoría de la noria: Machado compara la noria (su movimiento monótono y constante, el agua muerta que por ella cae y la mula ciega que a pesar de andar muchísimo, no se mueve de su sitio) con la propia existencia, en una alegoría que recuerda a la del Mito de la caverna de Platón. El poema, por tanto, está cargado de símbolos.

En cuanto a su estructura métrica, el Poema es un conjunto de estrofas formadas por 24 versos hexasílabos, de rima asonante en los pares, que conforman un romancillo. Los encabalgamientos son constantes, ya que cada dos versos forman una unidad sintáctica, normalmente simple (La tarde caía / triste y polvorienta // El agua cantaba / su copla plebeya). A la hora de dividir el texto en partes, parece claro que podemos hablar de una primera parte (entre los versos 1 y 10) en la que el poeta describe la imagen de la noria: puede parecer un simple poema descriptivo. A partir del verso 11, el autor interpreta la imagen de la noria e introduce la alegoría, convirtiendo los elementos descriptivos anteriores en símbolos.

La introducción (dos primeros versos, que luego se repetirán en los versos 11 y 12) traslada al lector ya la imagen de un tiempo triste. Machado vuelve a emplear el recurso de la tarde, una tarde que ahora cae (no pasa ni transcurre) triste y polvorienta. En los versos 3-6, Machado plasma la imagen de la noria: el agua que cae (con la metáfora canta su copla plebeya), reforzando la idea de monotonía con la lentitud: parece no transmitir una imagen de vida, sino de hastío. En la siguiente estrofa (versos 7-10) encontramos un contraste léxico: soñaba rompe con una línea léxica triste. La mula (a la que Machado retrata con los epítetos pobre y vieja) sueña porque no ve (al compás de sombra). A partir del verso 13, Machado quiere interpretar la imagen de esa noria: convierte a la mula en el sujeto de la acción. La noria será la amargura de la eterna rueda. La noria simbolizará el eterno movimiento que no lleva a ninguna parte. Esa amargura se contrastará con la imagen del agua que fluye, que en otros poemas de Machado simboliza la vida. Machado ve un contraste entre la noria, se mueve lenta, circular, sin avanzar, y el agua que fluye (la dulce armonía del agua que sueña). El conjunto lo completa la mula, que es quien en realidad hace que todo se mueva. Machado concluye que quien vendó los ojos de la mula era un noble, divino poeta, ya que la mula, por esa ceguera, puede creer que avanza y recorre grandes caminos, y que el agua que oye puede ser de distintos lugares, aunque en realidad, ni la mula deja de andar en círculo (por tanto, como la noria, su movimiento es nulo) ni el agua deja de ser la misma. Es en esta interpretación donde podemos ver la presencia platónica: el hombre cree saber, aunque en realidad lo que ve sea una imagen, un sueño. Por ello es mejor que no vea el exterior de la caverna, como es mejor que la mula siga ciega.

Machado, en este poema, muestra un pesimismo extremo ante la existencia y la vida misma. Su pesimismo alcanza más allá que su propio ser. En otros poemas, es Machado el que no encuentra sentido a su propia existencia y parece bucear en sus recuerdos. Aquí, Machado parece querer decir que la existencia es así: como una noria, lenta y monótona, para la cual cada día es como fue el anterior y como será el siguiente.

RENACIMIENTO

El tema de este poema es la evocación de la infancia y la madre. Machado plantea la infancia, el tiempo pasado, desde la imagen de las galerías. El título del poema, Renacimiento, resulta claramente significativo: volver a nacer es lo que el poeta necesita para recobrar una felicidad perdida. Otro tema, que aparece en la segunda parte del poema, es el de la búsqueda de conceptos universales de conocimiento.

En cuanto a su estructura métrica, podemos decir que el poema es una combinación de versos heptasílabos y endecasílabos con rima asonante en los pares; estamos, pues, ante una silva arromanzada. Este poema se puede dividir en dos partes. En el primer verso de la primera parte encontramos un símbolo del interior del poeta.(galerías).El poeta hace referencia a su infancia(el alma niña).Del segundo al cuarto verso encontramos símbolos positivos de la infancia (luz risueña, alegría de la vida nueva).Vida nueva porque en la infancia todo es nuevo. En el verso 5-6 aparecen sentimientos de nostalgia (retroceder: volver a nacer) A partir del verso 7 se ve claramente como el poeta se refiere a su infancia, cuando se dejaba llevar por su madre.

En la segunda parte, la evocación se hace más difusa: el poeta parece querer volver allí donde su alma tiene origen. Las galerías del alma son las fuentes del conocimiento; es allí donde el poeta va, allí donde hallará explicación a sus angustias. Esas fuentes del conocimiento, dejadas en el alma por el sabio (referencia al Creador), vienen simbolizadas por el silbido del viento o el sonido del agua, dos elementos de la Naturaleza, dos universales, dos conceptos comprensibles por el hombre cualquiera que sea su lugar de origen, su idioma o su raza. Esto es lo que Machado parece buscar: los universales que le permitan llegar a lo más hondo del conocimiento humano.

En conclusión, Machado aborda en este poema, a partir de la imagen de las galerías, el tema de los universales. El conocimiento a partir de un Renacimiento, evocando su infancia, como época en la que, al lado de su madre, fue feliz y empezó a conocer. El paralelismo parece claro: la madre es como el Dios de nuestra alma; hay que volver a ella, a los orígenes, para conocer y alcanzar la felicidad.

COLINAS PLATEADAS

El tema central de este poema es la descripción de un paisaje castellano, en concreto de los campos de Soria. Estamos ya en la obra Campos de Castilla y aparece el tema del paisaje como una mirada externa al poeta. Machado parece escribir ahora del yo hacia fuera, a diferencia del ciclo de Soledades, en el que escribía mirando a su propio interior.

En cuanto a la métrica, podemos decir que este poema tiene una estructura de silva arromanzada, con versos heptasílabos y endecasílabos que riman en asonante en los pares. Observamos cómo los dos primeros versos y los dos últimos son iguales, lo que nos da a entender una estructura circular, cerrada.

En todo el poema apreciamos la abundancia de nombres y de adjetivos, y la ausencia casi total de verbos. De hecho, hasta el verso 8, el autor parece llamar, invocar al paisaje. La exclamación está formada por sintagmas cuya estructura es nombre + adjetivo (colinas plateadas, cárdenas roqueadas, oscuros encinares...). Sólo en el verso 9 vemos un verbo, siento, un verbo en primera persona. Machado se proyecta en el paisaje, como en Soledades se proyectaba en la tarde o en el camino. Seguimos viendo tristeza, como en Soledades, pero ahora la descripción paisajística concreta sustituye la ambigüedad y el simbolismo anterior. Los adjetivos coloristas, los sustantivos específicos o las metáforas (como su curva de ballesta) no hacen más que dibujar la tarde (verso 8, tardes de Soria). El sentimiento, sin embargo, es el mismo.

En conclusión, este poema de Campos de Castilla presenta diferencias formales externas respecto a Soledades, como las descripciones más concretas de los paisajes castellanos. Sin embargo, los temas de fondo siguen siendo semejantes. Lo que ha cambiado es que el autor proyecta su estado en el paisaje, en lugar de proyectarlo en símbolos abstractos.

A UN OLMO SECO

El tema de este poema es destacar a partir de la comparación con un olmo viejo y seco una pequeña esperanza de vida. Se trata del último poema de la primera edición de Campos de Castilla. Pocos meses después de su publicación, Leonor Izquierdo, esposa de Antonio Machado, moriría, víctima de una larga enfermedad. En los últimos meses, la enfermedad de Leonor, ya irreversible, sumió al poeta en un estado de profunda depresión. Dicho estado se reflejará en este poema, en el que también podemos intuir una ligera esperanza (quizás tras alguna visita médica que le insinuara alguna posible curación de su esposa). Dicha esperanza la vemos en la comparación del olmo seco y viejo, sin esperanza de vida, al que le salen algunas hojas verdes.

El poema, compuesto en versos heptasílabos y endecasílabos, se organiza en estrofas de cuatro versos con rima alternada (A-B-A-B). Tras una primera estrofa introductoria y descriptiva, que presenta el olmo seco y el contraste con las hojas verdes que le han salido, el autor encadena 23 versos en los que detalla cuál será el final del olmo: la muerte. Los tres últimos versos son la proyección personal: Machado aparece en el poema (mi corazón espera).

En la primera estrofa, como queda dicho, aparece ya un contraste entre el olmo viejo, que aquí simboliza la muerte, y la rama verde, que simboliza la vida. De hecho, tres versos se dedican al olmo y solo uno a la rama. En la parte central del poema, el autor compara el destino del olmo con el de los álamos cantores, sino que define un destino más cruel: la muerte. Inicia una sucesión de metáforas, indicando posibles destinos de la madera de ese árbol (melena de campana, lanza de carro, yunque de carreta) y una referencia al destino de la vida (el río hasta la mar te empuje) ya presente en la poesía del siglo XV, indicando el destino inexorable del hombre: la muerte.

Es en los últimos versos donde Machado traslada la descripción a su existencia: espera que el milagro acaecido en el olmo ocurra en su propia vida. La referencia a Leonor y a sí mismo resulta clara.

Machado, en conclusión, escribe este poema directamente afectado por su situación personal, determinado por la enfermedad de Leonor. Sus versos indican la desesperanza y la única luz parece ofrecerla un milagro; algo, en ningún caso, al alcance de ser realizado por el propio poeta.

A JOSÉ MARÍA DE PALACIO

El tema de este poema es la evocación de Machado de Soria y de Leonor. El poeta, a partir de la estructura de la carta, recuerda cómo era Soria. Las preguntas retóricas permiten dibujar un recuerdo que acabará en el cementerio, donde está enterrada Leonor.

La métrica, combinación de versos heptasílabos y endecasílabos con rima asonante en los pares (silva arromanzada) es característica de Machado. El poema no puede dividirse, dada su unidad. El recuerdo, en forma de preguntas retóricas, abarca todo el paisaje de Soria, salvo en los cuatro últimos versos, donde el recuerdo se centra en Leonor.

Machado pregunta a su amigo Palacio si la primavera ha llegado ya a Soria. La primavera, inicio o reinicio de la vida, puede haber llegado a Soria, pero no al poeta, que ha partido de Castilla (escribe el poema en Baeza) para huir del recuerdo de Leonor. La vida que recuerda es básicamente la del paisaje. Los árboles (el léxico referente a este campo semántico es riquísimo), las montañas, los campanarios... todo es objeto de las preguntas a Palacio. La ausencia de verbos de movimiento es total. A Palacio le pide que contemple. Sólo al final, cambia el tono, al pedirle que suba al Espino, cementerio de Soria. El su final hace referencia a la tierra de Leonor,(la tierra es una metáfora de tumba).

En conclusión, Machado va a evocar en forma de epístola y a partir de preguntas retóricas una etapa de su vida que se truncó bruscamente a la muerte de su joven esposa, Leonor Izquierdo.

OTRO VIAJE

Tal como indica el título, el tema del poema es la narración de un viaje. Es el viaje en tren que trasladó al poeta a Andalucía, tras su salida de Jaén. El poeta aparece al final de la composición para, como siempre, proyectarse en su interior.

El poema es de verso corto (octosílabos y tetrasílabos) con rima asonante en los pares. El verso corto loe da al texto una rapidez y una viveza que no tienen, por ejemplo, composiciones de Soledades, escritas en verso largo. Ayuda a dar esta idea de rapidez y movimiento la abundancia de verbos y de enumeraciones. Frente a la idea de movimiento, el recuerdo que empieza en yo contemplo. Cambia el tono y aparece el recuerdo. En este caso es de otro viaje, el que emprendió hasta Soria (otro viaje de ayer por la tierra castellana).

En conclusión podemos afirmar que Machado en este poema parece limitarse a dibujar aquello que va viendo a través de la ventanilla del tren, como si ya no sientiera más allá que lo superficial, que lo externo. Parece que el dolor por la muerte de su esposa haya secado su interior.

 

Un loco

Un loco [CVI] pone en escena, en medio de un paisaje áspero y desabrido, a un demente que gesticula y vocifera a solas con su sombra y su locura. Todo, paisaje y personaje,  está descrito con rasgos expresionistas:

   Es una tarde mustia y desabrida

de un otoño sin frutos, en la tierra

estéril y raída

donde la sombra de un centauro yerra.

   Por un camino en la árida llanura,

entre álamos marchitos,

a solas con su sombra y su locura

va el loco, hablando a gritos. […]

   Es horrible y grotesca su figura;

flaco, sucio, maltrecho y mal rapado,

ojos de calentura

iluminan su rostro demacrado. […]

La evocación a lo lejos de la ciudad de donde se aparta el loco permite al poeta denunciar la mediocridad y la bajeza de la sociedad española, que intenta mostrar a sus lectores:

   Huye de la ciudad… Pobres maldades,

misérrimas virtudes y quehaceres

de chulos aburridos, y ruindades

de ociosos mercaderes. […]

Las imágenes del demente solitario y del siniestro paisaje se superponen. De la mente extraviada del loco parece desprenderse un sueño de inocencia:

   Por los campos de Dios el loco avanza.

Tras la tierra esquelética y sequiza

—rojo de herrumbre y pardo de ceniza—

hay un sueño de lirio en lontananza. […]

Los últimos versos expresan el simbolismo del loco errante: es la personificación del tedio sórdido, de la atmósfera sofocante de la ciudad de la que huye:

   Huye de la ciudad. ¡El tedio urbano!

—carne triste y espíritu villano—.

   No fue por una trágica amargura

esta alma desgajada y rota:

purga un pecado ajeno: la cordura

la terrible cordura del idiota.

Un loco [CVI]

Orillas del Duero

El poema se divide en dos partes temáticas bien definidas; la primera parte (versos 1-25) se caracteriza por la ausencia de verbos predicativos, se trata entonces de un grupo de versos de verbo nominativo y que se caracterizan por ser puramente descriptivos, en este caso la esencia de Castilla; en la segunda parte (versos 26-52) tenemos ya verbos predicativos y entonces la descripción pura del paisaje pasa a la narrativa, interpelando incluso a los elementos del paisaje (versos 31-32).

Las descripciones paisajísticas comienzan de lo general a lo particular, con la “Primavera soriana” del párrafo primero; continuamos con “¡Campillo amarillento… Pradera …” del párrafo segundo; “… de tierra dura y fría/donde apuntan centenos y trigales…); (y otra vez roca y roca). Y continuamos con dos interpelaciones a Castilla que acentúan el clímax descriptivo final de la primera parte.

En la segunda parte, caracterizada por el elemento narrativo, comenzamos de nuevo con una descripción que comienza por lo general para finalizar con lo particular: verso 26 “Era una tarde, cuando el campo huía/ del sol…”; del cielo el porta pasa a describir los cerros verso 35 “Entre cerros de plomo y de ceniza…”; de ahí al puente  versos 38-39 “iba. a embestir los ocho tajamares / del puente el padre río”; y de ahí a los ríos que surcan la tierra de Castilla verso 40 “que surca de Castilla el yermo frío”.

En el verso 41 encontramos una interpelación al elemento protagonista del poema, el río Duero que corre libre por la tierra de Castilla hacia el mar, y ya, en los últimos versos del poema, se pregunta si Castilla, convertida ya en el mismo Duero, correrá también hacia el mar.

El lenguaje empleado por el poeta es también significativo. Además del empleo de formas verbales nominales y predicativas para dividir el poema en dos partes, descriptiva y predicativa, la adjetivación matiza y amplía  la descripción del paisaje: primavera humilde…/ pobre caminante…/ páramo infinito…

El primer párrafo del poema descubre ya la ideología del poeta, matizando con exclamaciones la rudeza del hombre castellano:

 iCastilla varonil, adusta tierra, / Castilla del desdén contra la suerte,  / Castilla del dolor y de la guerra, / tierra inmortal, Castilla de la muerte!

En los versos 30-34 aparece el poeta como un elemento más del poema, al caer la noche sobre el campo castellano:

En el cárdeno cielo violeta / alguna clara estrella fulguraba. / El aire ensombrecido  / creaba mis sienes, y acercaba / el murmullo del agua hasta mi oído.

Surge el reflejo de su personalidad, serio, sincero y austero, el paisaje se presenta así como espejo del alma del poema, triste y pesimista. Al caer la noche sobre el río Duero aparece la idea del fluir del tiempo y de la melancolía, temas recurrentes en la obra de Machado.

El Dios Ibero

Reflexiones sobre "El Dios Ibero"

JOSE MARÍA BIZCARRONDO

Soria, Hogar y Pueblo. 1975

Una característica muy peculiar que me parece ver en muchos poemas de Antonio Machado, y sobre todo en los que de algún modo, más o menos directo, se refieren a la realidad española o de los hombre de España, es una acusada disposición binaria. Esta disposición binaria que afecta a buena parte de los elementos de cada poema, parece querer translucir a nivel de expresión, alguna inseguridad, alguna vacilación o algunos aspectos contradictorios del nivel del contenido.
Voy a intentar analizar brevemente esto que digo, tomando como base el conocido poema “El Dios ibero” que es el nº CI del libro “Campos de Castilla” en la edición de Obras Completas. Poesía y prosa de la Editorial Losada.
Para el hombre ibero hay dos “Dioses” o si se prefiere dos aspectos de un solo Dios, y estos dos “Dioses” o estos dos aspectos de Dios, están opuestos completamente. Uno es “el Señor que grana centenos y trigales”. Ante estos dos aspectos el hombre ibero adopta igualmente dos actitudes que también son opuestas: o se enfrenta a él con “una seta”, o le alaba con “un gloria a ti”, es decir rebelión violenta por una parte, sumisión y alabanza por otra. La oración que el hombre ibero dirige a este Señor favorable, presenta también un acusado binarismo: “adoro porque aguardo y porque temo” donde no se podrá hablar tan propiamente de una oposición, sino más bien de acumulación, “porque aguardo y porque temo” no son dos razones que se contradigan, sino que se acumulan potenciándose una a otra. Si que hay oposición en cambio en los dos versos “con mi oración se inclina hacia la tierra un corazón blasfemo”. Ahora el juego de oposiciones cobra, quizás un carácter más sutil. Si antes la oposición era muy marcada, y había “una saeta” para “el Señor que apedreó la espiga y malogró los frutos otoñales” y “un gloria a ti” para el Señor que grana centenos y trigales” ahora a ese mismo “Señor de la ruina” se dirige una oración en lugar de una saeta, pero esa oración es paradójicamente la oración de “un corazón blasfemo”. El juego de oposiciones adquiere por ello mayor complejidad y riqueza. Y pienso que esto sirve para expresar el carácter complejo y a veces contradictorio del hombre ibero. Esta complejidad a la que acabo de aludir me parece un acierto: con ella se elimina un posible simplismo del comienzo del poema; ya no se trata de que haya una saetas o una blasfemia para el Dios desfavorable, y una oración para el Dios benefactor; ahora se mezclan los dos aspectos, blasfemia y oración, ante un Dios único que muy curiosamente es “el de la ruina”, un Dios en el que predominan los aspectos negativos, y al que se adora fundamentalmente “porque temo”.
Este Dios ofrece otra característica; es poderoso: “sé tu poder”, y este poder del Dios lleva consigo en el hombre, “conozco mi cadena”, es decir un enfrentamiento poder-sumisión.
Se sigue con la estructura binaria que ahora va a adoptar la forma de versos y estrofillas bimembres:


¡Señor del iris, sobre el campo verde
donde la oveja pace,
Señor del fruto que el gusano muerde
y de la choza que el turbión deshace,
tu soplo el fuego del hogar avivan
tu lumbre da sazón al rubio grano.”

En los que la estructura marcadamente bimemore está al servicio de la expresión de una serie de cualidades, a la vez alabanza, reconocimiento de superioridad, y sometimiento, que constituye el cuerpo de la oración del hombre ibero.
De nuevo aparece esta estructura con carácter de oposición en los versos

“¡Oh dueño de fortuna y de pobreza,
ventura y malandanza,
que al rico das favores y pereza
y al pobre su fatiga y esperanza!”

en los que muy sutilmente se introduce una cierta crítica, o un cierto grado de rebelión contra ese dios que favorece a los ricos y deja como única fortuna de los pobres “su fatiga y su esperanza”. Creo ver en estos versos, (y me gustaría que lo que voy a decir quedase en unos paréntesis de cautelosa reserva), una crítica machadiana, no directamente contra ese Dios, sino contra una forma de religiosidad y sobre todo de religiosidad institucionalizada, favorecedora de las clases privilegiadas y difusora de que a las clases menos favorecidas siempre les queda la esperanza. Esperanza que se expresa en términos completamente ambiguos; no se sabe si es la esperanza de un cambio, de tiempos mejores, o simplemente la esperanza de la otra vida.
La oración se consuma en los versos

¡Señor, hoy paternal, ayer cruento,
con doble faz de amor y de venganza,
a ti en un dado de tahúr al viento
va mi oración, blasfemia y alabanza”.

Se sigue en la línea de las oposiciones, que quizás refuercen lo dicho en el párrafo anterior. Posible crítica de ese Dios de dos caras “de amor y de venganza”, “hoy paternal, ayer cruento”.
Y la conclusión de la oración “a ti... va mi oración, blasfemia y alabanza” enlaza claramente con el principio de la misma, “con mi oración se inclina la tierra un corazón blasfemo.” Es curioso observar que a la doble faz del Dios ibero corresponde la doble faz del hombre hispano que a la vez que alaba, blasfema.

Este hombre ibero
... puso a Dios sobre la guerra,
más allá de la suerte,
más allá de la tierra,
más allá de la mar y de la muerte!

Mediante el juego de bimembraciones, algunas con marcado carácter opositivo, otras más bien de tipo acumulativo, se han definido claramente los dos elementos importantes del poema: el Dios por una parte, el hombre ibero por otra.


Nos acercamos a la conclusión del poema:
¡Qué importa un día! Está el ayer alerto
al mañana, mañana al infinito:
hombres de España, ni el pasado ha muerto,
ni está el mañana – ni el ayer – escrito.

Ahora las bimenbraciones, menos marcadas y más complejas, intentan trascender esa relación Dios-hombre – en cierto modo concebida como lucha – para darle una aplicación a una realidad concreta, que tiene un nombre: España. Toda esa relación que se ha establecido a base de oposiciones, no tiene un valor absoluto: “¡Qué importa un día!”; pero además se establece una lucha entre el pasado y el futuro: “ni el pasado ha muerto, ni está el mañana – ni el ayer – escrito”

Y el poema acaba con una invocación a la esperanza:
¿Quién ha visto la faz al Dios hispano?

Mi corazón aguarda
al hombre ibero de la recia mano,
que tallará en el roble castellano
el Dios adusto de la tierra parda.

En donde entran en relación los dos versos bimembres “al hombre ibero de la recia mano” y “el Dios adusto de la tierra parda”, de estructura completamente paralela. A nivel semántico me parece que la relación se establece a través de términos como “recia mano”, roble castellano, “ Dios adusto”, y “tierra parda”. Predomina en ellos una nota común que es la sobriedad, la famosa sobriedad castellana que debe ser el punto de partida para la construcción del hombre nuevo, de la tierra nueva que Machado espera.
No pretendo haber hecho un análisis exhaustivo de este poema. Simplemente he intentado buscar una de las posibles lecturas de “El Dios ibero.”

 

Dos poemas, fundamentalmente,  se centran en el tema del cainismo: Por tierras de España y El Dios ibero:

El Dios ibero [CI], segundo poema al que hacemos referencia, presenta al hombre ibérico en sus relaciones con Dios; relaciones interesadas según que el fruto de su trabajo sea asolado por la tempestad o, al contrario, llegue a madurar.

   La primera estrofa es la presentación del personaje:

   Igual que el ballestero

tahúr de la cantiga,

tuviera una saeta el hombre ibero

para el Señor que apedreó la espiga

y malogró los frutos otoñales,

y un “gloria a ti” para el Señor que grana

centenos y trigales

que el pan bendito le darán mañana. […]

Se muestra un concepto primitivo de Dios, tan pronto malo como lleno de bondad. El poeta, para introducir el tema y enmarcarlo en lo anónimo popular, se refiere a una vieja cantiga en la que un tahúr, a pesar de sus trampas, pierde su dinero en la partida y, culpando al cielo, dirige hacia él sus flechas. De la misma forma, nuestro campesino lanzará sus blasfemias o sus agradecidas bendiciones a un Dios caprichoso.

    Las siete estrofas siguientes forman la peculiar oración imprecante que el hombre ibero dirige a su Dios. Es la blasfemia de un hombre que se siente esclavo (obsérvese cómo acentúa este sentido la rima con pena / cadena) de la providencia. Un hombre que ha hablado del pan bendito de su trabajo, pero que ahora lo ve como una maldición bíblica: “Señor, por quien arranco el pan con pena”. A continuación, se dirige a un Dios providencial y bienhechor (“Señor del iris”, “Señor del fruto”) con sentimiento de profunda gratitud. En este tono de dicha, se aluden algunos aspectos de la vida campesina de un modo cándido e ingenuo: “tu soplo” es el viento; “tu lumbre”, el sol; “tu santa mano”, la intervención de una divinidad propicia. Inmediatamente una interpretación maniquea:  por un lado, el Dios de la fortuna, de los ricos; de otro, el Dios de la desgracia, el de los pobres. Este sentimiento deja al hombre impotente ante los caprichos de la divinidad:

      “¡Oh dueño de fortuna y de pobreza,

ventura y malandanza,

que al rico das favores y pereza

y al pobre su fatiga y esperanza. […]

La doble intención (blasfemia y alabanza) se manifiesta en una esperanza que no es una esperanza cristiana, sino la pagana rueda de la fortuna que se equipara a la moneda o al dado en el juego:

     ”¡Señor, Señor: en la voltaria rueda

del año he visto mi simiente echada,

corriendo igual albur que la moneda

del jugador en el azar sembrada!

   ”¡Señor, hoy paternal, ayer cruento,

con doble faz de amor y de venganza,

a ti, en un dado de tahúr al viento

va mi oración, blasfemia y alabanza!” […]

Ha terminado la oración y el poeta vuelve a tomar la palabra, preguntándose por qué el mismo hombre que ayer

    […] puso a Dios sobre la guerra

más allá de la suerte,

más allá de la tierra

más allá del mar y de la muerte […]

 hoy lo insulta. El presente apenas es nombrado y se elude a favor del porvenir:

   Mas hoy… ¡Qué importa un día!

Para los nuevos lares

estepas hay en la floresta umbría,

leña verde en los viejos encinares. […]

   ¡Qué importa un día! Está el ayer alerto

al mañana, mañana al infinito,

hombres de España, ni el pasado ha muerto,

ni está el mañana —ni el ayer— escrito. […]

Se trata, en fin, de convencer al hombre ibero para que forje su destino, y espera que aquel Dios austero vuelva para sustituir el concepto de divinidad caprichosa al que el español dirigía antes su plegaria:

   ¿Quién ha visto la faz al Dios hispano?

Mi corazón aguarda

al hombre ibero de la recia mano,

que tallará en el roble castellano

el Dios adusto de la tierra parda.

El Dios ibero [CI]

 

 

Comentario más extenso de Retrato

 

Al adentrarnos en la breve, pero abarcadora historia que constituye el poema “Retrato”, descubrimos, en una primera lectura las descripciones que de ella nos ofrece el portador de esos acontecimientos. Nos invita a conocer su experiencia vital en las que convergen sus valoraciones acerca del comportamiento humano, sus criterios y tendencias estéticas en un esfuerzo de permanencia universal.

 

Leemos el retrato del sujeto lírico en los nueve cuartetos de versos alejandrinos y rima consonante alterna, lo cual responde a la majestuosidad del tipo de vida que en el poema se descubre, además, a los gustos estéticos del sujeto lírico, como podremos comprobar más adelante.

 

No hay recurrencias en términos genéricos, sino que se habla de alguien en particular, evidente en cada pronombre posesivo en primera persona, se trata pues, de la vida del sujeto lírico y no la de otra persona, narrada por él mismo. Los ejemplos del uso de los pronombres son abundantes, hacen la suma de 26 pronombres en total, CONMIGO, MIS, aparecen una vez cada uno, ME aparece 7 veces y MI 9, lo cual hacen un total de 18 pronombres.

 

Otro de los elementos que apoyan esta suerte de autobiografía es el excesivo uso de formas verbales, tanto en pretérito, lo cual coincide con la función biográfica de los acontecimientos de la infancia y de la juventud, como en presente, pues también se nos informa de sucesos actuales, como de futuros, pues existe la certeza de los hechos que le sucederán. Los verbos usados en primera persona del singular suman 22, de un total de 46 verbos usados, los restantes son 12 formas verbales en tercera persona del singular, pero es evidente que son empleadas para ratificar que se refieren al mismo sujeto lírico, pues son acompañadas por los pronombres posesivos que indican que las acciones se refieren a él mismo, tales son los casos: “Mi infancia son recuerdos...”, “...me asignó Cupido”, “hay en mis venas...”, “mi verso brota”, “soy un hombre que sabe su doctrina...”, “...va conmigo”, “mi soliloquio es ...”, “debéisme”, “me cubre”, “me alimenta”, “me encontraréis”, contra los restantes 12 empleos de formas verbales en segunda y tercera persona del singular e infinitivos, que también son empleadas en torno a las actividades del sujeto. Todas estas explicaciones son las razones que justifican que el poema constituye una breve autobiografía del poeta, o del sujeto lírico, específicamente.

 

He procedido a una división del poema en tres partes: la primera son las tres primeras estrofas en las que el autor nos describe los acontecimientos más importantes de su vida, los recuerdos de su niñez, que suelen ser dulces e imprecisos, como mismo resulta ubicar en un lugar determinado ese patio de Sevilla o ese jardín en que crece un limonero; el plano espacial es indiscutible, mas, no deja de ser una mera suposición localizarlo en un espacio físico concreto. Resulta innecesario explicar el tercer verso, pues más claro no ha podido escribirse, pero este cuarto verso resulta polisémico, lo mismo puede significar que el autor no quiere recordar algunos momentos de su vida porque puede que hayan sido muy tristes, y como recordar es volver a vivir, se tiene el temor de volver a sufrir algún episodio amargo, el dolor agobia un espíritu sensible, tal vez un amor perdido, o una causa noble que no pudo perseguir; o bien pueden ser sucesos de tan poca importancia que son indignos de recordarse, en cualquier caso su suspiro ya quedó en el pasado, en lo que irremediablemente ya no puede volver, ahora le ha tocado vivir otras experiencias, de las que seguramente le brindaron otros tragos amargos, pero con la certeza del hombre que aprendió a salir de lo malo y a quedarse con lo bueno.

 

Los siguientes cuatro versos continúan con las descripciones de su personalidad, de los hechos amorosos que le acontecieron en su devenir histórico. No ha sido nunca un Don Juan (in)sensible, no aprovechó las oportunidades que se le presentaron para burlarse sentimentalmente de las mujeres que le prefirieron, no abusó de ellas, sino que las respetó, y solamente le correspondió a la que supo despertar sus sentimientos de amor más sublime. Este sujeto se nos describe un hombre sencillo, sin presupuestos artificiales, más bien es alguien que pierde cuidado en las preocupaciones por el arte del buen vestir, las imágenes externas le colman, va más allá de lo que los ojos pueden percibir: “ya conocéis mi torpe aliño indumentario” le importa, más que todo, la necesidad de sentirse satisfecho con lo que hace, siente y realiza.

 

La última estrofa de esta primera parte nos describe un poeta, “...mi verso brota...”, esencialmente rebelde, “Hay en mis venas gotas de sangre jacobina” en contra de los presupuestos estéticos de un movimiento, para él caducos, vanos, inútiles. No se destaca como un vate consagrado a una forma determinada, sino que trata de ser lo más natural y claro posible, dentro de los límites del buen decir, su expresión poética surge de las palpitaciones del espíritu, de lo que el alma dice, si es que dice, para comunicarse con el mundo, con todo lo que constituye su entorno mediato e inmediato, porque es “en el buen sentido de la palabra, bueno.”

 

La segunda parte del poema son la cuarta, quinta y sexta estrofas en las que expone su credo estético literario. Este poeta se canta a favor de la belleza, a favor de lo que puede tener de hermoso “la moderna estética”, es indudable que se está tratando acerca de los postulados del movimiento modernista, del cual casi se sentía parte, pues como dice en la cuarta estrofa, “Adoro la hermosura, y en la moderna estética/ corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;”, él no pertenece a las corrientes literarias modernas de su tiempo, admira las sensaciones que provocan los nuevos maestros de las formas, pero es muy diferente entre sus iguales, pues prefirió los caminos que conducen a las profundidades de las palabras, las que desencadenan imágenes construidas por los ojos del espíritu, y no las vacuas sensaciones que producen los elementos fónicos, hay un rechazo a la superficialidad de las formas externas, de la pura belleza de la imagen “...no amo los afeites de la actual cosmética”; a la musicalidad que reproduce solamente chirridos, que por esencia son verdaderamente desagradables, “ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.”, con lo que indudablemente hace alusión al pájaro azul de los modernistas, que querían darle alas sueltas a la imaginación, pero con una base puramente formal, a lo cual se pronuncia totalmente en desfavor el vate. De esta manera continúa en los dos primeros versos de la siguiente estrofa: “Desdeño las romanzas de los tenores huecos/ y el coro de los grillos que cantan a la luna”, no puede haber algo más desesperante, en el sentido más peyorativo de la palabra, que el sonido que produce el canto de ese insecto. Todo lo bueno que surge del modernismo es loado por el sujeto lírico, no siendo así con los elementos que le resultan cual hojarasca, admira lo perdurable y no lo perecedero. La inflación del YO en el poeta que se auto describe es evidente, lo cual nos transporta a pensar que ese sujeto presenta características del movimiento estético romántico, del cual, tal vez se sentía parte, aunque no lo sabe, como también le es imposible definir si es propiamente clásico, sobre todo si se piensa en las formas perfectas que acompañan al poema, en todo caso, él no lo sabe, así se hace cuenta de ello al inicio de la sexta estrofa, pero nosotros sí lo sabemos: él es un poeta que quiso perdurar por los sentimientos que inspiró, por sus ideas poéticas que trascendieron, por la formulación de un nuevo concepto esteticista que lo hace auténtico, concepto que no está concretamente plasmado en la historia de la literatura, porque va mas allá de los postulados clásicos, románticos o modernistas, solamente es la intensidad de su lírica la que lo hace gigante y universal, quiere dejar su verso “como deja el capitán su espada:/ famosa por la mano viril que la blandiera, no por el docto oficio del forjador preciada.”

 

La última parte del poema son las tres estrofas que restan, en las que se plasman determinados aspectos del comportamiento humano, y sobre todo, descubrimos en estos versos la intimidad del sujeto lírico, nos adentramos ahora en su vida individual. Su soliloquio traduce su soledad, su andar por el mundo con su otro yo, pero, además, ese hablar consigo mismo es como un entrenamiento para la futura conversación que tendrá con el Supremo, a quien llama de amigo, a quien le debe el haber aprendido a amar a los que le rodean. En la penúltima estrofa hay todo un rosario de valores tradicionales. En vida ha hecho cuanto ha podido por el prójimo, le ha dado lo mejor que tiene, que es su prosa, su poesía. En vida ha trabajado para lograr cuanto tiene, no aspiró nunca al enriquecimiento fatuo y jactancioso, solamente le satisfacen las necesidades primarias como el vestir adecuadamente, el alimento, el hogar, y todos los momentos en que el espíritu se siente libre de los avatares del día y se presta a descansar. Todas estas razones son suficientes para que al final de sus días se sienta agradecido por lo que vivió, y que todos vean esa plenitud de sencillez, sin que se sienta por eso un tanto melancólico, o frustrado, o, en fin, desilusionado.

 

Es el retrato que siempre le acompaña, es lo que él sabe de sí mismo, es lo que todos los que le rodean saben de él mismo, es su historia como ser humano, sus postulados estéticos como vate, sus creencias personales como ser social.

 

En un poema, más que comulgar contenido y forma, esta envuelve en un abrazo apretado a aquél.

 

Todas las estrofas son cuartetos con rima consonante y alterna. El verso alejandrino es el elegante por excelencia, los treinta y seis versos de “Retrato” son de catorce sílabas excepto el 21 y el 27, lo cual representa una ínfima cantidad y por lo tanto sin alarmante relevancia. Este empeño por mantener invariable la estructura del poema establece un paralelismo con las ideas del sujeto-autor y la elegancia que de por sí representan. No cabe dudas de que el poeta tuvo una vida relevante en cuanto a sobriedad se refiere, tuvo, además, opiniones concretizadas en el poema que se oponían a los artificios superficiales del modernismo, de ahí que su métrica sea perfecta; los modernistas querían modificar e innovar tanto la métrica, que la musicalidad que emanaba de ella no era para nada gustosa, este tipo de verso apoyan también los valores humanos que caracterizaban al sujeto lírico, hay cierta admiración por lo sobrio, pero también por lo elegante, lo sencillo, pero también por lo sublime.

 

La reiterada presencia de los cuartetos en versos alejandrinos, y el poema solamente con rima consonante y alterna, nos da una idea de la perdurabilidad y la firmeza de las ideas del sujeto lírico.

 

La división en tres partes del poema está apoyada por las construcciones sintácticas. En la primera parte hay una unidad ratificada por una rima asonante en la que coinciden los sonidos i-a, e-o. Esta es la misma en la primera y tercera estrofa, lo cual construye, algo así como un círculo que abre la primera estrofa y cierra, pasando por la segunda, la tercera estrofa.

 

En la segunda parte también hay una marcada unidad, vista a través de la enumeración de los elementos que describen la estética literaria con la que se siente identificado el sujeto lírico.

 

En la tercera parte la unidad se da por el encabalgamiento de una estrofa a otra mediante el empleo de la conjunción copulativa Y, sin abandonar, por su puesto, el peso del contenido semántico de estas tres estrofas.

 

El caso del empleo de los hipérbaton en las oraciones: “Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido”, “...más que un hombre al uso que sabe su doctrina”, “A distinguir me paro las voces de los ecos”, o en las perífrasis verbales: “recordar no quiero”, “dejar quisiera” apoyan el deseo de búsqueda de un estilo personal, de apartarse de las corrientes estéticas preciosistas, de buscar la galanura interna más que la belleza externa. Algo curioso sucede en el hipérbaton de la estrofa final, en la que hay tres oraciones subordinadas a la principal que es la última que cierra todo el conjunto del retrato, como dando el punto culminante, acaso una autodefensa para redimir su vida eternamente, término que se hace mucho más expresivo y fuerte con la última sílaba aguda: “mar”.

 

Es llamativo también el uso de elisiones de verbos en la primera estrofa: “Mi infancia son recuerdos...”, “mi juventud, veinte años...”, “mi historia, algunos casos...” que explican el salto amplio y largo que da el sujeto lírico desde que recuerda su niñez, sus mocedades y algunos sucesos de su vida sin entrar en detalles ni especificidades, no nos explica el por qué de sus recuerdos, por qué esos y no otros. Esta elisión del verbo también se da en la octava estrofa, con lo cual nos explica de manera general las actividades que desarrolló y que todavía realiza durante el transcurso de su vida.

 

Las metáforas cumplen la función de magnificar, no sólo su don de poeta, sino también los acontecimientos que experimentó el sujeto lírico: “...recibí la flecha que me asignó Cupido”, “hay en mis venas gotas de sangre jacobina”, “mi verso brota de manantial sereno”; su poética esteticista: “...en la moderna estética/ corté las rosas del huerto de Ronsard”, desdeña “el coro de los grillos que cantan a la luna”; la forma en que vivió sin quejas ni lamentos, sino más bien con pleno orgullo, podrá morir en paz cuando la muerte lo sorprenda: “cuando llegue el día del último viaje”, “esté al partir la nave que nunca ha de tornar”.

COMENTARIO DE TEXTO "Retrato"

El texto que vamos a comentar pertenece al poeta sevillano Antonio Machado, nacido en la capital andaluza en 1875, estudió en Madrid en la Institución Libre de Enseñanza, donde aprendió el amor a la naturaleza y las tradiciones. Durante su estancia en París conoció a importantes poetas simbolistas que influyeron en su estilo.

A su vuelta, da clases en un instituto de Soria, donde conoce a Leonor Izquierdo, de la que se enamora profundamente. A los tres años de casados ella muere y el poeta, muy afectado, abandona Soria y sus recuerdos y marcha a Baeza (Jaén). Más tarde marcha a Segovia y alterna esta ciudad con Madrid hasta el estallido de la Guerra Civil. Partidario de la República, Machado tuvo que abandonar España tras la victoria franquista y murió en un pueblecito francés (Collioure) tras atravesar la frontera junto con muchos exiliados españoles en 1939.

El texto que vamos a comentar es un poema incluido en

 

Campos de Castilla

, una de sus obras más importantes ( o la que más). En esta obra, el paisaje castellano se identifica con la amada del poeta, Leonor; ella siempre está presente en el paisaje, pero también las gentes de Castilla, el atraso cultural y el abandono de las tierras le devuelven a la realidad y a la decadencia del país.

Este tema es muy característico de la época a la que pertenece, la de la Generación del 98 y el Modernismo, un grupo de escritores preocupados por la realidad de España que intentan dar soluciones a través de sus escritos.

Este, en concreto, es un autorretrato literario, es decir: Machado se describe a sí mismo y a su obra y nos cuenta su vida desde su infancia hasta ese "último viaje" que será su muerte. Se descubre así a un "hombre bueno" que ha querido dejar tras de sí una obra importante y quiere partir libre "como los hijos de la mar".

En cuanto a la métrica, se organiza a base de serventesios alejandrinos: ABAB, CDCD…

RETRATO

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, 14A

y un huerto claro donde madura el limonero; 14B

mi juventud, veinte años en tierra de Castilla; 14A

mi historia, algunos casos que recordar no quiero. 14B

Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido 14C

—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—, 14D

mas recibí la flecha que me asignó Cupido, 14C

y amé cuanto ellas pueden tener de hospitalario. 14D

Hay en mis venas gotas de sangre jacobina, 14E

pero mi verso brota de manantial sereno; 14F

y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina, 14E

soy, en el buen sentido de la palabra, bueno. 14F

Adoro la hermosura, y en la moderna estética (15-1) 14G

corté las viejas rosas del huerto de Ronsard; (13+1) 14H

mas no amo los afeites de la actual cosmética,(15-1) 14G

ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.(13+1) 14H

Desdeño las romanzas de los tenores huecos 14I

y el coro de los grillos que cantan a la luna. 14J

A distinguir me paro las voces de los ecos, 14I

y escucho solamente, entre las voces, una. 14J

¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera 14K

mi verso, como deja el capitán su espada: 14L

famosa por la mano viril que la blandiera, 14K

no por el docto oficio del forjador preciada. 14L

Converso con el hombre que siempre va conmigo 14M

—quien habla solo espera hablar a Dios un día—; 14N

mi soliloquio es plática con este buen amigo 14M

que me enseñó el secreto de la filantropía. 14N

Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito. 14Ñ

A mi trabajo acudo, con mi dinero pago 14O

el traje que me cubre y la mansión que habito, 14Ñ

el pan que me alimenta y el lecho en donde yago. 14O

Y cuando llegue el día del último viaje, 14P

y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, 14Q

me encontraréis a bordo ligero de equipaje, 14P

casi desnudo, como los hijos de la mar. 14Q

En cuanto a los recursos estilísticos, podemos señalar, en primer lugar, la existencia de anáforas ("mi", vs 1,3 y 4) y paralelismos: "el traje que me cubre/ el pan que me alimenta" (vs. 3,4). La hermosa metáfora del "último viaje" se refiere a la muerte y el poema se cierra con una comparación: "como los hijos de la mar".

Podemos concluir, pues, que el poema analizado es un magnífico ejemplo de la poesía de Machado, uno de los principales autores del primer tercio del siglo XX, cuya poesía influirá decisivamente en los poetas posteriores (del 27) y que sigue siendo uno de los más leídos hoy día

COMENTARIO DE TEXTO: A un olmo seco




 


El tema.
El tema del poema de Machado es el deseo esperanzado del poeta de que en su corazón, muerto a las ilusiones de la vida, éstas revivan de nuevo.


Forma de expresión. Como remate del comentario de texto, pero a la vez como parte integrante del mismo, es necesario averiguar la forma de expresión que éste adopta.

Ya es sabido que la obra literaria puede desarrollarse en tres formas principales de expresión: lírica, relato y drama. Estas tres formas presentan, como sabemos por temas anteriores, unos elementos estructurales peculiares y propios.

El análisis, por tanto, que remata el comentario tiene por objeto determinar la forma de expresión que predomina en el texto. Esta determinación se realizará tratando de encontrar en el mismo los elementos estructurales que le son propios.

Veamos la forma de expresión que adopta el texto de Machado.

En los análisis efectuados a lo largo del comentario descubrimos los distintos elementos estructurales que caracterizan la forma de expresión del texto: poesía lírica. Entre los más importantes, por ser el tipo de organización lingüística de la lírica, aparece una serie de repeticiones o redundancias producidas en los distintos niveles del lenguaje:niveles fónico, morfosintáctico y semántico.

a) Nivel fónico
En el nivel fónico encontramos en el texto sólo aquellos elementos que en la lírica se consideran convencionales pero que determinan una serie de repeticiones. Tales elementos son: rim,. tipo de verso, su tono correspondiente y acentos rítmicos.

b) Nivel morfosintáctico

Las repeticiones en este nivel son particularmente notables. A nivel morfológico encontramos el uso repetido de la forma verbal presente: lame, mancha, guardan, etc.

Las repeticiones a nivel sintáctico son bien patentes, como vimos más arriba. Nos referimos a la siguiente estructura sintáctica:

Antes que + pr. personal: objeto + verbo trans. + sujeto

c) Nivel semántico
Las repeticiones más importantes aparecen en este nivel. También tuvimos ocasión de comprobarlo anteriormente:

olmo .viejo
.hendido
.podrido
.centenario
casi (muerto)
 .derribe
.convierta
.ardas
.descuaje
destrucción


Dentro del nivel semántico podemos descubrir otro de los elementos estructurales de la lírica: el sistema de connotaciones que se da en el texto. Tuvimos ocasión de verlo cuando descubrimos el proceso de simbolización que se operaba en el texto. Al constituirse el olmo en símbolo del corazón del poeta, todo cuanto se decía del olmo recibía una gran carga de connotaciones, dando lugar a todo un sistema dentro del poema.

A modo de ejemplo analizábamos las connotaciones de la expresión hendido por el rayo.

Finalmente, otra de las notas características de la poesía lírica la encontramos también en el texto. Nos referimos al proceso de subjetivación que aparece en él. Este proceso se origina motivado por un acontecimiento exterior: lo ocurrido a un olmo viejo y casi carente de vida. Este hecho queda subjetivado mediante el proceso de simbolización que veíamos antes.

Podemos concluir diciendo que el texto de Machado es un poema lírico. Encontramos en él los elementos estructurales que constituyen la forma de los poemas líricos:
- sistema de repeticiones en los distintos niveles lingüísticos:
- sistema de connotaciones originado por la simbolización:
- proceso de subjetivación.

VALORES DE SE. EJERCICIOS CORREGIDOS.

 

SE, PRONOMBRE PERSONAL

 

1.- Desempeña una función en la oración

 

 

con los siguientes valores:

a)

 

Oraciones reflexiva: puede desempeñar las funciones de CD o CI en las

 

oraciones de verbo reflexivo, es decir, la acción recae sobre el mismo pronombre

 

que sustituye al sujeto (CD) (

 

María se lava) o en un complemento directo formulado en la oración (María se lava la cabeza) por lo que el pronombre funciona como CI. Debe aceptar “a sí mismo”

 

b)

 

Oraciones recíprocas: Puede funcionar como CD o CI según no aparezca oaparezca otro CD expreso. Elena y Julia se saludaron o Elena y Julia se dijeron palabras muy fuertes). Debe aceptar “mutuamente

c)Variante de LE al lado de CD.(Se lo dije mil veces: Le dije mis motivos mil veces)

 

 

2.- No desempeña ninguna función en la oración

 

d)SE indicador de voz media con verbos pronominales

 

. - Forma reflexiva pero no significado reflexivo.

- Concuerda con el sujeto.

- Forma parte del núcleo del predicado verbal.

 

VAMOS A LLAMAR A ESTAS ORACIONES INTRANSITIVAS PRONOMINALES

El preso se fugó de la cárcel. No se acordó de la familia. Se ríe de todo el mundo.

Verbos de este tipo son:

- verbos intransitivos (sin objeto directo) y cuya forma activa correspondiente tiene un sentido diferente (o no existe):

levantarse,

lanzarse.

- Un grupo importante lo constituyen los verbos de emoción o sentimiento:

arrepentirse, espantarse, avergonzarse, etc.

- verbos intransitivos de movimiento que admiten el empleo del pronombre reflexivo:

irse, venirse, marcharse, etc.

e)

 

SE, dativo de interés, valor enfático. Se vio tres películas. Se tomó un litro de vino él solo.

- Esta forma pronominal alterna con otros pronombres (me, te, nos, os) lo que no sucede con los usos no pronominales.

- Si se elimina

 

SE no cambia la gramaticalidad de la oración.

 

SE, NO PRONOMINAL

a)Pasiva refleja

- SE funciona como índice de pasiva refleja (Se

resolvieron

muchas incógnitas)

- A diferencia de las impersonales con SE sí que tienen un S sujeto que concuerda con el verbo.

b) I

 

mpersonales reflejas o impersonales con se :

- No admiten plural.

- Sólo se conjugan en tercera persona de singular.

- La eliminación de

 

SE afecta a la gramaticalidad de la oración.

- No presenta sujeto sintáctico.

-

 

SE  es índice de impersonalidad

ORACIONES CON SE

1. Se ayudó a los más necesitados.

2. Pilatos se lavó las manos.

3. Se ha divulgado la noticia.

4. Se vendieron dos pisos en este portal.

5. Luis y Antonio se prestan los apuntes.

6. Mis amigas se limpian las uñas con unas tijeras especiales.

7. Se seca las manos con una toalla.

8. Sé más aplicado.

9. Los novios se besaron delante de todo el mundo.

10. En el norte se come bien.

11. Se pasan la pelota unos a otros.

12. En este Instituto se acaba a las tres.

13. Se trabajó mucho ayer.

14. La ninfa se miró en el agua.

15. El delantero se rompió la pierna.

16. Se alquila una casita amueblada.

17. Se juzgó al terrorista.

18. Se admiten reclamaciones.

19. Él se rasca la nariz.

20. Se multa por aparcar en la acera.

21. No se avergüenza de sus errores.

22. Para ese puesto se requieren dotes de mando.

23. Pedro se mira en el espejo a todas horas.

24. Él siempre se viste en esa tienda de modas.

SOLUCIONES

1. Impersonal refleja.

2. Reflexiva.

3. Pasiva refleja.

4. Pasiva refleja.

5. Recíproca.

6. Reflexiva.

7. Reflexiva.

8. Imperativa (Verbo ser)

9. Recíproca

10. Impersonal refleja

11. Recíproca

12. Impersonal refleja

13. Impersonal refleja.

14. Reflexiva.

15. Intransitiva pronominal.

16. Pasiva refleja

17. Impersonal refleja.

18. Pasiva refleja

19. Reflexiva.

20. Impersonal refleja

21. Intransitiva pronominal. Morfema verbal

22. Pasiva refleja

23. Reflexiva

24. Intransitiva pronominal